
Don Bosco plantea la relación entre dos volúmenes de programa residencial, unidos a través del núcleo de circulación y emplazados de forma perpendicular para abarcar el mayor espectro posible de visuales hacia el horizonte lago y el entorno ciudad.
Una geometría continua se combina con un juego de bandas de color y elementos de protección en fachada que generan un ritmo de colores y de sombras, resultando en una pieza que empatiza con el entorno desde todas sus fachadas.
El acceso se da a través de un pasillo ajardinado, que configura una pausa entre la ciudad y el edificio. La azotea de la pieza frontal funciona como terraza-mirador, espacio que alberga los usos comunes de ambos edificios. Sus 13 niveles y 48 apartamentos plantean un modelo de alta densidad, deseable para acometer la sostenibilidad urbana.