Arquitecnica

Los empresarios, la ciudad y el golf.

AR

Jun 08, 2024By Alberto Romero

Maracaibo, una ciudad de origen humilde y tormentoso logró florecer a finales del siglo XIX, soportada principalmente por la voluntad y visión del entonces naciente movimiento empresarial de la ciudad. El puerto trajo riquezas y conocimientos de otras partes del mundo, que mezclados con ese espíritu singular de emprendimiento de los marabinos, permitieron convertir la ciudad en una referencia en innovación, economía y cultura. 

Y ese espíritu sigue vivo, es congénito y brota continuamente aun cuando las actuales condiciones económicas, políticas y sociales atenten sostenidamente contra él. Desde tener el primer banco del país y disfrutar de luz eléctrica y tranvía desde finales del siglo antepasado hasta disponer hoy en día de la infraestructura de fibra óptica más veloz y robusta del país y de una creciente industria camaronera, que devolvió a su puerto la vocación exportadora de la región. Con una Cámara de Comercio que ya celebra 130 años de su fundación, pionera de los movimientos gremiales, Maracaibo y el Zulia representan un ejemplo nacional de constancia y perseverancia de las cuales cada uno de los zulianos debemos sentirnos orgullosos.

Sin embargo, hoy la ciudad trata de despertar de una de sus peores pesadillas, un período que ya se nos hizo largo, con fluctuaciones eléctricas y apagones masivos, con servicio esporádico de agua y deterioro general de la infraestructura pública de edificaciones asistenciales y educativas. Los dos últimos años han sido prometedores y confiamos y apoyamos a nuestros gobernantes en la lucha por alcanzar ese bienestar colectivo que nos merecemos. Celebremos la presencia de síntomas tangibles y esperanzadores de recuperación de nuestra ciudad, pero no olvidemos que hay una enorme deuda urbana que al día de hoy se mantiene desatendida en un horizonte que tiene como referencia inmediata la conmemoración de los 500 años de la fundación de Maracaibo: la dotación de espacios públicos y parques.

En el concierto de las ciudades de América y el mundo, Maracaibo comparte los últimos lugares en los indicadores de calidad ambiental. Su índice per cápita de área verde por habitante (2 metros cuadrados por habitante) es sólo una fracción del recomendado por la Organización Mundial de la Salud (de 9 a 13 metros cuadrados por habitante) lo que equivaldría a una superficie de 40 parques Vereda del Lago fase 2, que obviamente no tenemos ni disfrutamos.

Foto: Parque Vereda del Lago, fase 2.

Y menciono expresamente la fase 2 del parque Vereda del Lago por varios motivos:

1. Porque la fase 1 que conocemos, se encuentra plagada de improvisaciones y desaciertos que la fase 2 está obligada a enmendar cuando se planifique su ejecución.

2. Porque actualmente un grupo de empresarios de la región está promoviendo la construcción de un campo de golf en sus terrenos.
Y es este último punto el que hoy me ocupa y me lleva a solicitar la atención de quienes dirigen la ciudad y el estado y de todos aquellos, que como yo, tienen responsabilidad y conciencia urbanas, para entre todos debatir y exponer las múltiples razones que hay para que podamos evitar que este emprendimiento, honesto y bien intencionado, pero inconveniente para Maracaibo, se lleve a cabo
en la fase 2 de Vereda del Lago. 

Por lo pronto, adelanto mis observaciones y comentarios:

1. Un campo de golf no es espacio público, pues carece de una de las
características primordiales que éste debe tener, la inclusividad, la posibilidad de que todo ciudadano pueda disfrutar de sus facilidades. Sería inconcebible que, cuando otras ciudades de nuestro continente intercambian y negocian con el sector privado para adquirir terrenos de este último para desarrollar parques y plazas, nosotros hagamos lo contrario y entreguemos al inversionista privado un espacio originalmente diseñado para parques y áreas recreativas de toda la población, ante la imposibilidad momentánea de rescatarlo por falta de recursos de inversión pública.

2. Un campo de golf no es el tipo de área verde que necesita la ciudad, por el contrario sólo se reduce a ser un gigantesco jardín artificial para cuya construcción deben hacerse grandes modificaciones del relieve y eliminar parte de la vegetación preexistente con la consabida pérdida de conectores biológicos entre esos espacios naturales, afectando la biodiversidad del lugar. 

3. Un campo de golf demanda enormes cantidades de agua, equivalentes al consumo anual de una población que oscila entre los 20.000 a 50.000 habitantes, sólo con el fin de mantener una cobertura vegetal, no autóctona, y que no tiene las propiedades de nuestros árboles de sombra que pueden filtrar impurezas del aire en un radio de 300 metros y bajar la temperatura de nuestro ambiente entre 2 y 6 grados centígrados. Resulta inadmisible que se despilfarren en riego de un campo de golf volúmenes inmensos de agua que son indispensables para garantizar la provisión residencial e industrial. A su vez, ante el argumento de que ellos pudieran obtener su propia fuente de agua a través de pozos, es bueno alertar sobre la potencial sobreexplotación de nuestros acuíferos que pondría en peligro el abastecimiento de agua potable a una ciudad tan desasistida de ese recurso.

4. Un campo de golf es altamente contaminante, pues el riego intensivo para su preservación va acompañado de la utilización de cantidades considerables de fertilizantes químicos, herbicidas, plaguicidas y pesticidas. Su poder de toxicidad es tan grande que no solo afecta a hongos, gusanos y otras plagas no deseadas sino que causa daños directos al ser humano y fauna del lugar, además de contaminar los acuíferos y en este caso particular, nuestro lago con el cual tendría contacto directo. 

Invito pues, a todos los involucrados en el pretendido proyecto, a sus promotores, proyectistas e inversionistas, a mis amigos que practican ese deporte y sobre todo a las autoridades urbanas regionales y municipales a debatir de forma urgente este tema. Estoy convencido que las diferencias momentáneas de visión urbana que hoy nos separan, pueden revertirse y llevarnos en la dirección en la que todos estamos de acuerdo: tener una Maracaibo más sostenible y de mayor calidad de vida. 

"El calor que nos sobra, son los árboles que nos faltan"

Frase atribuida al autor vasco Vladimir Merino, que parece haberla pronunciado en alguna visita a Maracaibo, cuando al ver la desolación de las calles, el abandono y ruina de los espacios públicos, nos regaló simultáneamente el diagnóstico y la solución a nuestra tragedia urbana.

Celebremos nuestros primeros 500 años con una ciudad digna, con bienestar para todos, convertida en la capital verde de Venezuela. Planifiquemos y ejecutemos los 40 parques Veredas del Lago que necesitamos, sembremos árboles de sombra en todas las calles y avenidas, rescatemos nuestros espacios públicos, disminuyamos las superficies de asfalto y llenemos la ciudad de esos lugares de encuentro que tanto admiramos y envidiamos cuando visitamos otras ciudades.

Maracaibo lo merece y lo agradecerá en el futuro.


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ALBERTO ROMERO
Arquitecto